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Encontrar el justo medio: Ni permisivos ni autoritarios

«En la sociedad permisiva ha entrado en crisis la autoridad, a todos los niveles, incluida la de los padres y profesores. Así surge el fenómeno de la «permisividad educativa».

La palabra «autoridad» tiene hoy, en algunos ambientes, un significado peyorativo. Ello se debe, en parte, a que se confunde «autoridad» con «autoritarismo».

Actualmente se rechaza cualquier principio de autoridad. Esto se justifica con «argumentos» como los siguientes: «La autoridad es represiva, se opone a la libertad»; «la autoridad origina traumas en los niños».

Estas críticas de la autoridad influyen en muchos padres. Son padres que tienen complejo de ejercer la autoridad.

Hay que añadir que otros padres han dejado de ejercer la autoridad, no tanto por no creer en ella, cuanto por simple comodidad. En el clima de la sociedad permisiva, les parece muy duro exigir diariamente a los hijos que se porten bien; ello supondría ir contracorriente y complicarse la vida.

El permisivismo educativo supone, en la práctica, permitir a los hijos todo o casi todo. Veamos algunos ejemplos:
-Permitir a los hijos que hablen como quieran (aunque utilicen expresiones groseras o malsonantes);
-Permitir, habitualmente, que coman otra cosa si no les gusta el alimento que se les ha preparado;
-Darles dinero cada vez que -siguiendo un capricho- desean comprar algo;
-Permitir que pongan la televisión cuando quieran;
-Permitir que regresen a casa a cualquier hora después de una salida nocturna.

Los padres permisivos no quieren tener problemas (conflictos) con los hijos. Por eso no se oponen a sus deseos, no corrigen las malas conductas, ceden por sistema para que haya «paz», encienden la televisión cuando molestan para que estén callados…

No es nada infrecuente hoy que los padres acudan a los centros educativos para quejarse de la exigencia de los profesores. Protestan ante el trabajo excesivo, los castigos inmerecidos, las calificaciones injustas, etc.

Este tipo de padres deben saber que el permisivismo educativo ha fracasado en los países donde se inició. El doctor Spock, impulsor del permisivismo educativo en Estados Unidos, pidió perdón de rodillas a las madres norteamericanas, ante las cámaras de televisión, por el mal que les había hecho.

Hay que evitar el autoritarismo, que es ejercicio arbitrario y caprichoso de la autoridad, sin referencia a criterios estables y sin buscar la mejora de los hijos como personas. También es autoritarismo ejercer la autoridad con imposición, sin explicar a los hijos el por qué de cada exigencia o sin escuchar su punto de vista. Hay que evitar el autoritarismo, pero no hay que tener miedo a ejercer la autoridad.

El autoritarismo puede anular la personalidad de los hijos y dificultar el aprendizaje de la conducta autónoma y del criterio propio. En otros casos, el autoritarismo estimula formas negativas de rebeldía.

Los padres autoritarios se desprestigian como padres y pierden la aceptación de los hijos. Por este motivo dejan de influir en las convicciones personales, profundas, de estos últimos. Pero los efectos del permisivismo no son menos perjudiciales que los del autoritarismo…

Para ayudar a los padres -y a los educadores en general- a evitar tanto posturas autoritarias como permisivas, es fundamental aclararles el sentido verdadero y auténtico de la palabra «autoridad», tal como viene expresado en su significado etimológico.

Autoridad procede de auctor (el que sostiene una cosa y la desarrolla) y, a su vez, de augere (aumentar, hacer crecer). La autoridad es una fuerza que sirve para sostener y acrecentar las capacidades y posibilidades del otro (de aquel que necesita ayuda para ese crecimiento o mejora personal en que consiste el proceso educativo).

Luego la autoridad no sólo no se opone a la libertad, sino que es un punto de apoyo y un estímulo necesario para hacerla crecer. La autoridad de los padres en forma de buen ejemplo, de consejo oportuno, de exigencia razonable, de sanción justa, etc., ayuda a los hijos tanto a usar las capacidades que integran su libertad, como a usarlas bien, con responsabilidad personal. Con ese apoyo podrán, por ejemplo, tener más y mejores iniciativas ; elegir mejor las opciones posibles; aprender a adoptar buenas decisiones, etc. Los hijos estarán igualmente, en mejores condiciones de superar los obstáculos o limitaciones interiores de su libertad: la pasividad, la ignorancia, el egoísmo, la inseguridad, la falta de dominio, etc.»

Gerardo Castillo, Juventud reto y promesa, LOMA Editorial, p. 50-52.