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Del noviazgo al matrimonio

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Por Ma. Teresa Magallanes V.

Sabemos bien cómo puede empezar una relación entre hombre y mujer. Sin embargo, nunca se sabe cómo terminará. A veces todo comienza por compartir el salón de clase o los recesos en la universidad. Otras, porque se comparte el lugar de trabajo o porque se tienen amigos en común o incluso por ser una extensión de las relaciones familiares. Hoy en día, no son raros los casos de quienes se conocen a través de las redes sociales.

Hay relaciones entre un hombre y una mujer que se conservan en un nivel de amistad, sin que ninguno de los dos tenga interés de que ésta evolucione en sentido alguno. Otras veces, aunque así fue por algún tiempo, es posible que uno o los dos empiece a tener otro tipo de interés por el “amigo(a)”. La relación de amistad entre hombre y mujer se basa totalmente en el carácter de persona de ambos y no tiene nada que ver con su sexo.

Todos nos relacionamos desde lo que somos, hombre o mujer, pero podemos tener amistad con una persona independientemente de si es de nuestro sexo o de sexo diferente.

Cuando el interés de los amigos comienza a centrarse en el otro como sexualmente diferente, la relación cambia y tiende a convertirse en un noviazgo.

El noviazgo supone una decisión más o menos formal de profundizar en el conocimiento mutuo. Esto en virtud de que se ha iniciado un proceso amoroso, distinto a la amistad (que también es una forma de amor).

El proceso amoroso se basa en la comunicación y ésta genera el conocimiento propio y del otro. Del éxito de esta dinámica depende que el amor se desarrolle y madure a lo largo del tiempo.

¿Cuánto puede tomar a unos novios el madurar en el amor para pensar en tomar una decisión de por vida, llamada matrimonio?

El amor del noviazgo es un amor que tiende naturalmente a la unión. Al principio, esta tendencia se experimenta como la necesidad de compartir algunos tiempos. Poco a poco, la necesidad de pasar más tiempo juntos se siente con mayor intensidad. No se trata solamente de compartir el tiempo, se trata de profundizar en el conocimiento y crecer en el amor; se trata de conocer los ideales y los sueños del otro y dar a conocer los propios. Poco a poco, van empezando a compartirse dichos sueños y empiezan a forjar un proyecto común. En esta etapa de la relación, se empieza a experimentar tal identidad de proyecto de vida que ambos lo expresan con la frase “Yo, ¡ya no puedo vivir sin ti!” Además, en la medida en que el amor crece, su tendencia a la unión va reclamando también la unión sexual; sin embargo, esta unión es propia de un hombre y una mujer que se pertenecen uno al otro y ese no es el caso de los novios. Ellos se encuentran ahora ante la disyuntiva de lanzarse a ser, para siempre, el uno del otro, a establecer entre ellos esa unión total e irrevocable que llamamos matrimonio y que, por su propia naturaleza constituye la base de la fundación de una familia.

Según el Dr. Pedro Juan Viladrich[i], “el matrimonio es la fórmula óptima de relación sexual”. Por eso, cuando el noviazgo ha madurado, el amor ha crecido y las condiciones de autonomía e independencia de los novios están dadas, es el momento de plantearse la conveniencia de fijar la fecha para iniciar su matrimonio. Quién lo proponga, es algo que no tiene importancia. Existen ciertos rituales culturales que no necesariamente son indispensables. Lo importante es que el primero que detecta que “ha llegado la hora”, lo pregunte al otro, no sin miedo de recibir una respuesta inesperada.

Es muy importante respetar el desarrollo del proceso amoroso para llegar a iniciar un matrimonio con grandes posibilidades de éxito. No debe iniciarse un matrimonio antes de que la relación haya madurado lo suficiente pero, tampoco conviene aplazar la decisión cuando las condiciones están dadas. Hago mención de la autonomía y la independencia porque el matrimonio es cosa de adultos y no de jóvenes inmaduros y menos aún de adolescentes entusiastas.

Es necesario que los novios sean totalmente capaces de tomar decisiones personales libres, sin la influencia de otras personas. También es necesario que sean emocional y económicamente independientes. Si es indispensable la ayuda de “papi” para poner el departamento y pagar todos los gastos de la boda, parece que no es aún el momento de casarse. Si existe un apego excesivo entre cualquiera de los novios y sus “papis” tampoco es conveniente casarse. Hay que tomar en cuenta que la madurez del amor y el noviazgo dependen totalmente de la madurez de las personas.

En conclusión, para saltar del noviazgo al matrimonio, se necesitan un hombre y una mujer con la madurez necesaria para una decisión para toda la vida; un noviazgo y un amor maduros que augure el éxito matrimonial, porque no se trata de ver “si el matrimonio funciona”, se trata de un hombre y una mujer que se comprometen a hacerlo funcionar.

 

 

[i] Viladrich P. J., El compromiso en el amor, Ed. LOMA

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