Por: Lourdes Casares de Félix
En un taller de participación familiar se le preguntó a una señora cómo organizaría las labores domésticas de tal modo que a cada uno de sus hijos, de acuerdo a su edad y capacidad, le tocara hacer algo para colaborar en las tareas del hogar. Para nuestra sorpresa la participante respondió que ella era capaz de hacer todo el trabajo y no tenía por qué importunar a sus hijos. En pocas palabras ella se definió como una super mujer y una super mamá.
Por desgracia esta es una actitud frecuente en muchas mamás; Creen que resolver los problemas de los hijos y no permitirles contribuir en las tareas del hogar es ayudarlos y resulta todo lo contrario. A veces el padre de familia también toma esta actitud sobreprotectora inutilizando a los hijos y haciéndoles pensar que lo merecen todo y que no vale la pena esforzarse. Como el caso de un taxista que platicaba que su hijo de 24 años no tenía trabajo y cuando lo encontraba sólo duraba tres días ya que la paga se le hacía poca y consideraba era mejor quedarse en su casa.
Si los padres intentan solucionar todos los problemas de sus hijos no les dan la oportunidad de aprender por sí mismos, y los hacen dependientes de los demás para todo, incluso para aquello que pueden hacer perfectamente por sí mismos. Tampoco se les está dando la oportunidad de sentirse útiles y valorados, factores importantísimos en su desarrollo. Algunas mamás protegen constantemente a su hijo por temor a que le pueda pasar algo malo. Cuando se protege en exceso se impiden las posibilidades de crecimiento, facilitando la apatía, la dependencia y la pasividad. La protección en exceso puede hacer daño a los hijos, sobre todo cuando ellos tengan que enfrentarse con la realidad de la vida. Estas personitas llegarán a creer que no pueden hacer nada por sí mismos, creándoles de esa manera inseguridad y dependencia de la aprobación de los demás, así como una baja autoestima. Se sabe que cuando los hijos crecen con una autoestima pobre, serán incapacitados y posiblemente inválidos emocionalmente para enfrentarse a la vida.
Los problemas personales o familiares pueden generar sentimientos de culpa en los padres, esto provoca una especie de abandono en los hijos y es cuando surgen las conductas de sobreprotección y permisividad que son desfavorables para el sano desarrollo de los hijos
Los padres tienen la tarea de educar a los hijos para que éstos sean personas responsables. Ellos les proporcionarán cuidado, educación, orientación y alimentación. Pero no les pertenecen en absoluto, no pueden disponer de los hijos. Cada hijo es su propio dueño capaz de ejercer su libertad. Los padres deben valorar a sus hijos descubriendo y potenciando sus facultades, animándoles en su desarrollo, y demostrándoles en todo momento apoyo y amor incondicional.
Los padres sobreprotectores corren el riesgo de convertir a sus hijos en seres inútiles y dependientes. Hay que quererlos pero también hay que dejarlos ir.